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El sol abrasaba sobre ese desierto egipcio con un mar de dunas doradas que parecían no tener fin.

La pirámide, oculta entre las sombras del tiempo, emergía imponente del suelo como un gigantesco monumento a la muerte. Llevaba siglos allí, cerca de Hawara, en silencio, aguardando ser descubierta. Sin embargo, ni los arqueólogos ni los saqueadores que pasaron por el desierto pudieron imaginar lo que escondía.

El Dr. Arthur Jones había dedicado toda su vida a la arqueología, pero una obsesión lo había marcado desde sus primeros días como estudiante: la “Pirámide del Siervo de Ammit, Alguerius”. Durante años, había rastreado antiguos textos y mapas desmoronados que hablaban de una sala secreta dentro de la pirámide, una sala donde se guardaba el cuerpo de ese sacerdote, que poseía un poder inimaginable. Algo que nadie debía encontrar, pero que estaba relacionado con un escarabajo dorado. Las leyendas hablaban de una maldición tan antigua como la propia pirámide, y Jones estaba convencido de que finalmente había descubierto su ubicación.

La expedición que había liderado estaba a punto de culminar en un hallazgo histórico, y tras semanas de excavar, una entrada secreta había aparecido justo bajo la base de la pirámide, tapada por piedras de inmenso peso que nunca se habían movido en milenios. Después de moverlas, lograron acceder al interior. El aire dentro de la cámara que se abría ante ellos era denso y cargado de algo más que polvo y suciedad. Todos tenían una extraña sensación, como si la muerte misma estuviera esperando a que cruzaran el umbral.

El equipo de arqueólogos había sido meticuloso, pero el Dr. Jones no podía evitar sentirse inquieto. La cámara estaba custodiada por símbolos antiguos que él no podía descifrar por completo:
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Y debajo de éstos, otros jeroglíficos muy extraños, como si hubieran sido escritos con prisa o, peor aún, por alguien que estaba desesperado:
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Mientras sus compañeros seguían trabajando, el Dr. Jones avanzó más allá, sintiendo cómo algo lo atraía hacia el interior de la tumba.
 
Al fondo, una gran urna reposaba sobre un altar, y encima de ella, un símbolo grabado en oro: un antiguo escarabeo. De inmediato, supo que lo había encontrado, pero algo en su interior le susurraba que debía irse, que ese era un lugar maldito.
 
Sin embargo, la curiosidad lo venció. Se acercó a la urna con cuidado, pero con la respiración acelerada. En el mismo momento en que sus dedos rozaron el borde dorado del escarabajo, algo comenzó a moverse. Primero, un leve sonido, casi imperceptible, que hizo que se detuviera. Luego, un líquido espeso y oscuro comenzó a caer lentamente del techo, como si la pirámide misma estuviera exhalando su aliento de muerte.
 
El Dr. Jones alzó la vista, y entonces lo vio.
 
Una sombra que se deslizaba entre las paredes de la cámara, sus ojos brillaban como dos puntos de luz en la oscuridad. Era como una figura humana, pero algo no encajaba. Su silueta era grotesca, con patas de insecto, el cuerpo deformado, y su cara, al principio apenas distinguible, se volvía cada vez más clara, mostrando una expresión de agonía y furia contenida. El terror heló la sangre del Dr. Jones mientras la figura se acercaba lentamente. No había tiempo para escapar. El monstruo saltó sobre él.
 
El último grito del Dr. Jones retumbó en la pirámide, pero nadie estaba allí para oírlo.
 
….
Pasaron veinte años, y la pirámide de Alguerius seguía siendo un misterio sin resolver. La desaparición del Dr. Jones había dejado cicatrices profundas en el mundo de la arqueología, y su hijo, William, nunca pudo encontrar respuestas. La figura de su padre, un hombre valiente y brillante, se desvaneció lentamente entre las sombras de la duda y la desconfianza. Los informes oficiales hablaban de un accidente o quizás un ataque de animales salvajes, pero William sabía que la verdad era mucho más oscura.
 
Impulsado por el deseo de comprender lo que sucedió, y con la esperanza de encontrar la última prueba de la existencia de su padre, William decidió seguir los pasos de su progenitor. Sabía que la entrada secreta de la pirámide había sido sellada después de su desaparición, pero también sabía que existía un modo de acceder a ella. Tras años de investigación y con la ayuda de un par de amigos cercanos, descubrió una vía oculta entre las ruinas próximas. Y así, armado con todo el conocimiento de su padre acumulado durante años, se preparó para adentrarse de nuevo en la oscuridad de la pirámide.
 
Junto con tres hombres de confianza, William se adentró en el pasillo que los conduciría hasta la cámara donde creían que su padre había desaparecido. Cada paso que daban aumentaba la tensión en el aire. Los murmullos de los arqueólogos se apagaban a medida que avanzaban, y el eco de sus pasos resonaba con agónica estrechez, mientras se adentraban en esos oscuros pasillos.
 
Al llegar a la sala donde el Dr. Jones había hecho su último hallazgo, la sensación de incomodidad se apoderó de ellos. El lugar estaba tal y como lo había descrito su padre en sus notas: la gran urna con el escarabeo dorado seguía allí, intacta, y los símbolos en las paredes, aunque algo desgastados, seguían visibles… aunque lo más inquietante de todo era la sensación de que algo los observaba.
 
De repente, una sombra se deslizó por el suelo, y todos los presentes se quedaron en silencio, mirando a su alrededor, buscando el origen de aquella presencia que parecía acecharles. Fue entonces cuando la figura apareció nuevamente, con sus ojos brillando en la penumbra. Esta vez, no era una sombra: era una criatura de pesadilla, mitad hombre, mitad insecto, que avanzaba hacia ellos con una lentitud perturbadora.
El terror se apoderó de ellos. Uno de los hombres armados intentó disparar, pero antes de que pudiera reaccionar, el monstruo lo alcanzó y lo redujo con una facilidad aterradora. El segundo, paralizado por el miedo, intentó huir, pero fue alcanzado de inmediato. El tercero intentó hacer frente a la bestia con toda su munición, pero en un instante, la criatura lo abatió también.
 
William, paralizado por el horror, observaba cómo la criatura se acercaba a él. La presión en su pecho era insoportable, como si la misma pirámide estuviera oprimiéndolo. Se quedó pegado a la pared, temblando de miedo, incapaz de moverse.
 
La criatura llegó finalmente hasta él, con una respiración agónica y todos sus ojos fijos en el joven arqueólogo. La bestia respiraba con dificultad porque tenía el cuerpo herido por los disparos, pero a pesar de su apariencia monstruosa, parecía que algo de humanidad permanecía en sus ojos, algo que William reconoció al instante.
 
- ¿Quién... quién eres? - susurró William, con la voz quebrada por el miedo. 

La criatura, con un gesto lento y agotado, se sentó frente a él. La sala estaba sumida en un silencio absoluto, salvo por la respiración entrecortada del monstruo. Fue entonces cuando una voz profunda y resonante habló, retumbando por toda la cámara:
 
- Pobre Dr. Jones... ¿quién iba a decir que la maldición acabaría con él? 

William no pudo evitar sobresaltarse y estremecerse. Esa voz que venía de todas partes siguió hablando:
 
- Hay una maldición en esta sala. Aquellos que entran con el deseo de robar las reliquias de la Voz de Ammit, se llevan algo mucho peor: la Maldición del Escarabajo. Desde hace siglos, un monstruo guarda esta sala, pero no siempre ha sido el mismo. Cada vez que alguien descubre este lugar y lo profana, el monstruo lo destruye... o le pasa la maldición… 

El joven, atónito, apenas pudo articular palabras.
 
- ¿Qué... qué me estás diciendo? ¿Qué quieres decir con todo esto? 

La voz suspiró, agotada, y le explicó lentamente:
 
​- Este ser que ves ante ti... es tu padre. Bueno, lo era. Cuando el anterior maldito no pudo más, decidió transferirla. Es una elección voluntaria, y parece que tu padre, el Dr. Jones, ha decidido que no tenías que ser parte de esta maldición. Pero, dado su estado agónico, ya no puede evitarse. Así que ahora, te toca a ti… 
William, horrorizado, miró fijamente al monstruo, al ser que alguna vez fue su padre. La transformación era completa: sus rasgos humanos, distorsionados por el tiempo y la maldición, eran irreconocibles.
 
De repente, el ambiente cambió. Un resplandor opaco iluminó la sala, y una figura fantasmal apareció entre las sombras. Era el Sacerdote Alguerius, o lo que quedaba de él. Su espíritu se lanzó hacia William, con la intención de maldecirlo también, pero antes de que pudiera hacerlo, el monstruo escarabajo se levantó con un esfuerzo titánico, y en una fracción de segundo, se lanzó enfurecido sobre Alguerius.
 
William aprovechó el caos para escapar, corriendo por los pasillos oscuros, con el eco de los gritos y los sonidos de ese enfrentamiento sobrenatural resonando a su espalda.
 
Corrió, corrió sin mirar atrás hasta que, finalmente, vio una salida, una rendija de luz en la lejanía. Desesperado, se dirigió hacia ella oyendo todavía gritos y aullidos lejanos que había dejado atrás en esa sala maldita... pero en cuanto cruzó el umbral y le tocó la luz del sol, su cuerpo se paralizó.
 
Un dolor indescriptible lo atravesó. Se arrodilló mientras su piel comenzó a cambiar, y luego, su cuerpo se retorció en una mutación horrenda. Los gritos de agonía se ahogaron en su garganta, y lo único que pudo hacer fue rugir, mientras terminaba su transformación en el nuevo monstruo escarabajo.
 
Al final, William, el nuevo guardián, debe volver a la cámara, que ahora queda en silencio. No quedan restos del espectro, ni del anterior monstruo, como si hubieran desaparecido. La pirámide, guardiana de secretos milenarios, volvió a cerrar su boca, aguardando a que el ciclo comenzara de nuevo.
 
Y desde lo lejos, la voz de Alguerius retumbaba como un eco maldito en la oscuridad de los estrechos pasillos y salas de esa ancestral pirámide maldita:
 
"Siempre debe haber un monstruo guardando las reliquias..."
​
Aquí tienes todo el material recopilado por el Dr. Jones. Están las dos frases que ha encontrado en el relato, además de otra extra.
Ayúdale a indagar en el pasado oscuro de la pirámide de Alguerius y descifra los primeros nombres...
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La primera versión de esta micro-historia fue escrita en 1997, cuando el autor estaba en 5º de primaria.
© 2021-25 Josep Maria Solé. Todos los derechos reservados.
Disturbing Stories, número 033, "La Maldición del Escarabajo".
Registrado en SafeCreative con el ID: 2505291916385.

​Fecha de registro: Mayo 2025
Este relato no puede ser reproducido, distribuido ni modificado sin el permiso expreso del autor
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