Si algo había quedado claro tras el Conflicto Lunar, era que los Exteriores habían llegado para quedarse. Aquella misteriosa raza alienígena dividía opiniones: algunos los veían como salvadores tras haber eliminado a los violentos seres lunares que amenazaban a los primeros colonos humanos; otros, en cambio, sospechaban que su llegada en el momento justo no era una coincidencia.
Esa duda llevó a una facción del gobierno a organizar en secreto un equipo de cinco especialistas para desarrollar un plan de contingencia. La tensión era palpable cuando el General Cameron Ward convocó al Dr. Isaac Porter en su despacho.
—Doctor, lo que le diré es confidencial. Si acepta escucharme, su vida cambiará para siempre.
Porter, un renombrado científico de 40 años especializado en biotecnología y neurociencia, había desempeñado un papel clave en el Conflicto Lunar una década atrás. Aunque su carrera era prestigiosa, su vida personal seguía siendo su mayor anhelo: su esposa Rose y su hijo Mark, de 8 años, lo esperaban en la Tierra. Sin embargo, la amenaza de los Exteriores nunca dejaba de pesar sobre él. Algo en ellos le resultaba inquietante. Sabía que la humanidad no estaba preparada para otra guerra.
Consciente de que aquella conversación determinaría su futuro, respiró hondo y asintió.
—Estoy a sus órdenes, General. Dígame qué necesita.
Descendieron hasta el nivel 9 de las instalaciones, cruzando pasillos oscuros hasta una pequeña sala repleta de planos dispersos y un ordenador parpadeando con datos clasificados.
—Doctor, ¿qué opina de los Exteriores? —preguntó Ward.
—Son una amenaza disfrazada de salvadores, señor.
Ward esbozó una sonrisa sombría.
—Exactamente. Creemos que su ayuda no fue desinteresada. Mire estas fichas en pantalla: científicos, oficiales de inteligencia y operarios de la base lunar… Todos han desaparecido en los últimos cinco años. Y todos tenían acceso a información sobre los Exteriores. No podemos confiar en ellos.
Porter sintió un escalofrío. La idea de que los Exteriores estuvieran infiltrándose en la humanidad no le sorprendía… pero verlo documentado era otra historia.
—Necesitamos su experiencia —continuó Ward—. Su papel en esta misión es crucial.
El científico no respondió de inmediato. Se pasó una mano por el rostro, consciente de lo que estaba en juego. Finalmente, con voz firme, dijo:
—Estoy con usted, General.
Ward asintió y lo llevó al laboratorio de alta tecnología donde tres personas trabajaban en proyectos confidenciales. Sus rostros mostraban determinación.
—Ingeniera Samantha Beckinsale, experta en química y nanotecnología. Comandante Vladimir Christov, estratega militar. Agente Mia McPherson, especialista en explosivos. Todos han vivido el Conflicto Lunar y saben que los Exteriores no son lo que parecen.
Esa duda llevó a una facción del gobierno a organizar en secreto un equipo de cinco especialistas para desarrollar un plan de contingencia. La tensión era palpable cuando el General Cameron Ward convocó al Dr. Isaac Porter en su despacho.
—Doctor, lo que le diré es confidencial. Si acepta escucharme, su vida cambiará para siempre.
Porter, un renombrado científico de 40 años especializado en biotecnología y neurociencia, había desempeñado un papel clave en el Conflicto Lunar una década atrás. Aunque su carrera era prestigiosa, su vida personal seguía siendo su mayor anhelo: su esposa Rose y su hijo Mark, de 8 años, lo esperaban en la Tierra. Sin embargo, la amenaza de los Exteriores nunca dejaba de pesar sobre él. Algo en ellos le resultaba inquietante. Sabía que la humanidad no estaba preparada para otra guerra.
Consciente de que aquella conversación determinaría su futuro, respiró hondo y asintió.
—Estoy a sus órdenes, General. Dígame qué necesita.
Descendieron hasta el nivel 9 de las instalaciones, cruzando pasillos oscuros hasta una pequeña sala repleta de planos dispersos y un ordenador parpadeando con datos clasificados.
—Doctor, ¿qué opina de los Exteriores? —preguntó Ward.
—Son una amenaza disfrazada de salvadores, señor.
Ward esbozó una sonrisa sombría.
—Exactamente. Creemos que su ayuda no fue desinteresada. Mire estas fichas en pantalla: científicos, oficiales de inteligencia y operarios de la base lunar… Todos han desaparecido en los últimos cinco años. Y todos tenían acceso a información sobre los Exteriores. No podemos confiar en ellos.
Porter sintió un escalofrío. La idea de que los Exteriores estuvieran infiltrándose en la humanidad no le sorprendía… pero verlo documentado era otra historia.
—Necesitamos su experiencia —continuó Ward—. Su papel en esta misión es crucial.
El científico no respondió de inmediato. Se pasó una mano por el rostro, consciente de lo que estaba en juego. Finalmente, con voz firme, dijo:
—Estoy con usted, General.
Ward asintió y lo llevó al laboratorio de alta tecnología donde tres personas trabajaban en proyectos confidenciales. Sus rostros mostraban determinación.
—Ingeniera Samantha Beckinsale, experta en química y nanotecnología. Comandante Vladimir Christov, estratega militar. Agente Mia McPherson, especialista en explosivos. Todos han vivido el Conflicto Lunar y saben que los Exteriores no son lo que parecen.
Christov se remangó la camisa, revelando cicatrices circulares en su pecho.
—Fui capturado y sometido a experimentos. No recuerdo todo, pero sé que fui liberado por una facción disidente de su propia especie. Algo sucede entre ellos… y nosotros estamos en el medio.
McPherson apretó los puños.
—Mi hermano fue asesinado en la primera incursión. No podemos permitir que sigan operando en las sombras.
Ward tomó la palabra nuevamente:
—Nuestra misión es desarrollar el arma más poderosa jamás creada: el Obitus. Una esfera explosiva de 15 cm con tecnología experimental. Su finalidad es infiltrarse en una base alienígena y detonar desde dentro.
Beckinsale añadió:
—Necesitamos su ayuda para un paso crucial: diseñar un sistema para que el dispositivo pueda ser introducido en un huésped humano sin afectar su salud. Es la única forma de pasarlo desapercibido.
Porter exhaló lentamente. Sabía lo que implicaba: el portador del Obitus sería un mártir.
—Lo haré —dijo, finalmente.
Los meses siguientes fueron agotadores. El equipo trabajó sin descanso, perfeccionando el Obitus y reuniendo información sobre los Exteriores. Descubrieron algo inquietante: informes ocultos hablaban de infiltraciones en gobiernos, desapariciones masivas y extrañas mutaciones en cuerpos recuperados.
Finalmente, la prueba del Obitus en un astro lejano confirmó su poder destructivo. Era el arma definitiva, pero su existencia debía mantenerse en absoluto secreto. Dos voluntarios fueron seleccionados para la misión de infiltración.
Cuando todo estuvo listo, el equipo que había juntado el General Ward fue desmantelado y enviado de regreso a casa. Pero nunca llegaron a su destino.
Durante el vuelo, una explosión sacudió la nave. Uno de los motores laterales fue alcanzado, y la nave comenzó a caer en picado. El pánico se extendió rápidamente.
—¡Estamos perdiendo altitud! —gritó el piloto.
Una sombra oscura cruzó el cielo. Una nave de los Exteriores apareció de la nada y capturó el transporte con un campo de tracción, absorbiéndolo en su interior.
Dentro de la nave, solo tres miembros del equipo habían sobrevivido: Christov, McPherson y Porter. Aún aturdidos, fueron arrastrados por un escuadrón alienígena. El General Ward, herido de gravedad, se tambaleó hasta ponerse en pie.
—¡No dejaré que nos lleven! —bramó, desenvainando su arma.
Los Exteriores no respondieron. Un destello de luz azul envolvió a Ward y su cuerpo quedó inmóvil, en un estado entre la vida y la muerte. No hubo sangre, ni gritos, solo un profundo silencio.
A través de un comunicador alienígena, una voz retumbó en un idioma desconocido:
--Zor'tal rynak, tel'kuhr DELTA. Rakh'nar-uhl trid kavat. Xon'lek vuurr kahrn'ash etha nu'rell shruuk'ra. EPSYLON rakh'tar vren'tar.
(Estación DELTA, aquí Escuadrón EPSYLON. Hemos asegurado tres nuevos viales. Prepararse para el borrado de memoria parcial y los experimentos neuronales.)
Otra voz más grave respondió con firmeza:
—Kro'tal, Sha'lor Epsylon. Vreen'tok rukhna zhal'kaas. Thal'ka'rr kresh'kal zarta ekk'na. Vren'tar EPSYLON.
(Recibido, líder Epsylon. Buen trabajo. Gracias a misiones como la suya, nuestra victoria está cada vez más cerca. Procedan con el traslado.)
Porter sintió un escalofrío. No sabía qué planeaban los Exteriores, pero una cosa estaba clara: el Obitus seguía siendo un secreto. Y quizás, en el momento adecuado, sería la última esperanza de la humanidad… o su condena definitiva…
—Fui capturado y sometido a experimentos. No recuerdo todo, pero sé que fui liberado por una facción disidente de su propia especie. Algo sucede entre ellos… y nosotros estamos en el medio.
McPherson apretó los puños.
—Mi hermano fue asesinado en la primera incursión. No podemos permitir que sigan operando en las sombras.
Ward tomó la palabra nuevamente:
—Nuestra misión es desarrollar el arma más poderosa jamás creada: el Obitus. Una esfera explosiva de 15 cm con tecnología experimental. Su finalidad es infiltrarse en una base alienígena y detonar desde dentro.
Beckinsale añadió:
—Necesitamos su ayuda para un paso crucial: diseñar un sistema para que el dispositivo pueda ser introducido en un huésped humano sin afectar su salud. Es la única forma de pasarlo desapercibido.
Porter exhaló lentamente. Sabía lo que implicaba: el portador del Obitus sería un mártir.
—Lo haré —dijo, finalmente.
Los meses siguientes fueron agotadores. El equipo trabajó sin descanso, perfeccionando el Obitus y reuniendo información sobre los Exteriores. Descubrieron algo inquietante: informes ocultos hablaban de infiltraciones en gobiernos, desapariciones masivas y extrañas mutaciones en cuerpos recuperados.
Finalmente, la prueba del Obitus en un astro lejano confirmó su poder destructivo. Era el arma definitiva, pero su existencia debía mantenerse en absoluto secreto. Dos voluntarios fueron seleccionados para la misión de infiltración.
Cuando todo estuvo listo, el equipo que había juntado el General Ward fue desmantelado y enviado de regreso a casa. Pero nunca llegaron a su destino.
Durante el vuelo, una explosión sacudió la nave. Uno de los motores laterales fue alcanzado, y la nave comenzó a caer en picado. El pánico se extendió rápidamente.
—¡Estamos perdiendo altitud! —gritó el piloto.
Una sombra oscura cruzó el cielo. Una nave de los Exteriores apareció de la nada y capturó el transporte con un campo de tracción, absorbiéndolo en su interior.
Dentro de la nave, solo tres miembros del equipo habían sobrevivido: Christov, McPherson y Porter. Aún aturdidos, fueron arrastrados por un escuadrón alienígena. El General Ward, herido de gravedad, se tambaleó hasta ponerse en pie.
—¡No dejaré que nos lleven! —bramó, desenvainando su arma.
Los Exteriores no respondieron. Un destello de luz azul envolvió a Ward y su cuerpo quedó inmóvil, en un estado entre la vida y la muerte. No hubo sangre, ni gritos, solo un profundo silencio.
A través de un comunicador alienígena, una voz retumbó en un idioma desconocido:
--Zor'tal rynak, tel'kuhr DELTA. Rakh'nar-uhl trid kavat. Xon'lek vuurr kahrn'ash etha nu'rell shruuk'ra. EPSYLON rakh'tar vren'tar.
(Estación DELTA, aquí Escuadrón EPSYLON. Hemos asegurado tres nuevos viales. Prepararse para el borrado de memoria parcial y los experimentos neuronales.)
Otra voz más grave respondió con firmeza:
—Kro'tal, Sha'lor Epsylon. Vreen'tok rukhna zhal'kaas. Thal'ka'rr kresh'kal zarta ekk'na. Vren'tar EPSYLON.
(Recibido, líder Epsylon. Buen trabajo. Gracias a misiones como la suya, nuestra victoria está cada vez más cerca. Procedan con el traslado.)
Porter sintió un escalofrío. No sabía qué planeaban los Exteriores, pero una cosa estaba clara: el Obitus seguía siendo un secreto. Y quizás, en el momento adecuado, sería la última esperanza de la humanidad… o su condena definitiva…
© 2025 Josep Maria Solé. Todos los derechos reservados.
Disturbing Stories, número 159, "Obitus".
Registrado en SafeCreative con el ID: 2502190908497.
Fecha de registro: febrero 2025.
Este relato no puede ser reproducido, distribuido ni modificado sin el permiso expreso del autor.
Disturbing Stories, número 159, "Obitus".
Registrado en SafeCreative con el ID: 2502190908497.
Fecha de registro: febrero 2025.
Este relato no puede ser reproducido, distribuido ni modificado sin el permiso expreso del autor.