Era una mañana cálida de primavera cuando la charanga "Peix Vell" llegó a un pequeño pueblo de las montañas. Oriol, el responsable de la banda, bajó de la furgoneta con su trompeta en la mano. Alrededor de él, sus compañeros comenzaban a sacar los instrumentos del vehículo, charlando animadamente, pero todos tenían una mirada de incertidumbre. Algo en el aire les decía que algo no estaba bien, aunque ninguno de ellos quería admitirlo. Ayer acabaron de concretar los detalles con la novia, así como la hora y lugar de llegada.
Éste era uno de los servicios que ofrecía este grupo de músicos y amigos con una trayectoria de 20 años a sus espaldas, e infinidad de bolos y actuaciones variopintas. Desde pasacalles, hasta procesiones, despedidas, fiestas privadas, fiestas mayores, actos festivos… los múltiples terrenos en los que debe defenderse un músico que se defina como tal.
A las 11 de la mañana, la charanga llega al pueblo, aparcan ambos coches y empiezan a montar instrumentos. Boquillas, cañas, atriles de pasacalle (opcionales), aceite en los pistones, cremalleras del forro polar corporativo arriba, y listos para empezar.
El grupo de 10 músicos se dirige a la plaza donde han quedado con la novia y su despedida de soltera, pero de momento les extraña no haber visto a nadie en ese apartado pueblecito de 500 habitantes.
Eudal, uno de los percusionistas, siempre el más bromista, comenzó a hacer comentarios mientras sacaba su batería, que hizo reír a algunos, pero no pudo esconder un deje de inquietud en su voz.
—¿A vosotros no os parece raro? —preguntó, mirando a su alrededor—. Este pueblo parece un desierto.
—Puede que estén en sus casas —comentó Silvia, trompetista, sin mucho convencimiento. Su mirada recorría las calles vacías.
—O tal vez están todos en el restaurante, esperando que lleguemos —dijo Guillem, el trombonista, como tratando de tranquilizar al resto, pero él mismo no creía mucho en su propia respuesta.
Oriol, que había estado observando la plaza vacía, pensó en voz alta:
—Vamos a empezar a prepararnos, igual es que todavía están llegando. La fiesta no ha empezado, pero podemos afinar.
Tras un rato en esa plaza, y llamando insistentemente a la novia, y sin ver a nadie ni recibir contestación telefónica, deciden irse molestos y enfadados por el plantón.
Se van por donde han venido, a regañadientes, y tan pronto como giran la primera esquina, de repente se encuentran con 50 personas delante suyo, plantados, mirándolos con los ojos caídos, y sin articular una sola palabra o ruido. Parece algo bastante turbio… …todos se quedan mirando a los músicos muy seriamente.
A primera fila y en el centro está la novia, la protagonista de la despedida. Parece que empieza a hablar mientras sigue con los ojos fijos en Oriol.
—¡Hey, charanga! ¡Ya pensábamos que no vendríais!
Oriol responde, mientras sigue sin entender nada:
—Emm… ¡¿puede alguien explicar lo que está pasando aquí?!
—¿A qué te refieres?
—Ja ja … a ver… venimos de la plaza, os hemos llamado mil veces, estábamos a punto de irnos, y ahora aparece todo el mundo aquí… un poco raro…
—No… simplemente os estábamos esperando…
—…y ¿por qué nadie habla?
—… porque estamos ansiosos por oíros tocar…
—…emm… entonces ¿empezamos?
—Si… por favor…
Todos los miembros de la charanga se miran, nadie entiende lo que está pasando. Las 50 personas siguen inmóviles mirándolos. Realmente parece que esperen a que empiecen a tocar para hacer algo…
De manera totalmente desconfiada los músicos se preparan, instrumentos en la boca, percusión en las manos, y empiezan con la primera canción, que habitualmente es “Alegria, que és festa major”, de La Trinca.
Durante los primeros compases los músicos no despegan la mirada de ese extraño público, que parece que poco a poco empieza a moverse lentamente.
En cuestión de pocos minutos, esas 50 personas pasaron de estar totalmente quietos, a bailar de un modo muy robótico y agarrotado, y todos con la mirada perdida.
La novia seguía quieta, sin haberse movido ni un centímetro, mirándolos de manera inexpresiva. Finalmente, la canción termina, y todo el mundo deja de moverse y vuelve a la posición que tenía antes. Nadie aplaude, ni grita, ni nada. Aquella situación se convirtió en algo irreal.
—Esto no tiene sentido —dijo Álex, recolocándose el bombo —. ¿Qué pasa aquí? Nadie se mueve.
De repente, la novia da un paso hacia la charanga, y el resto de personas también. Aquello asusta a los músicos, que dan un par de pasos atrás. A continuación, la novia da otro paso, y el resto también. Luego otro, y otro, y en ese momento los músicos salen corriendo en dirección a los coches.
Cogiendo los instrumentos como mejor podían, corrieron como nunca lo habían hecho. Los menos deportistas se quedaban atrás, y cuando estaban a punto de girar la última esquina antes de llegar a los coches, oyen que todas esas personas les están gritando mientras oyen risotadas: “¡Hey, músicos! ¡Era una broma! ¡Esperad! ¡¡No os vayáis!!
Los dos músicos se detienen y gritan a sus compañeros para que vuelvan. En ese momento, todo el mundo se acerca a la charanga y empiezan a pedirles disculpas mientras siguen riendo satisfechos. La novia empieza a explicar mientras sigue riendo:
—¡Por favor, disculpadnos! Os explico… resulta que todos los que estamos hoy aquí formamos parte de una compañía teatral: nos llamamos Tantarantel·la. Yo misma tenía una especial ilusión que, aprovechando mi despedida de soltera, rodáramos la introducción en vídeo del nuevo espectáculo que hemos preparado: “La Villa de la Gente Vacía”. La obra nos explica cómo la gente de un pequeño pueblo deja de tener sentimientos de un día para otro. Se convierten en una suerte de autómatas vivientes que vagan sin rumbo. La historia comienza el día en que una pareja llega al pueblo buscando un sitio para pasar la noche. La podéis ver en los teatros a partir de Otoño… Y necesitábamos lo que hemos hecho hoy aquí con vosotros como introducción de la obra… necesitábamos esa reacción vuestra lo más natural posible… ¡y lo habéis hecho perfectamente! Además, sois muy profesionales, porque otros ya se hubieran ido directamente, y vosotros habéis aguantado la rareza de la situación.
Todo el mundo empieza a aplaudir a los músicos y a gritar “Bravo”, “Artistas”. Parece que empiezan a entender toda la situación y empiezan a relajarse. Entonces, ya pueden empezar el bolo normalmente. La gente va saliendo a los balcones y a la calle, de dentro de las casas, almacenes y garajes. La gran risotada que se oía, era la señal para que todo el mundo dejara de esconderse porque había terminado el rodaje del que estaban avisados.
A partir de ese momento, el bolo discurrió de manera normal, y todo el mundo se divirtió de lo lindo durante aquellos 90 minutos aproximadamente de actuación a lo largo de las calles de esa pequeña villa, haciendo algunas paradas en algunos garajes avituallados con bebidas.
Finalmente, llegó la hora de entonar el “Passi-ho bé”, la canción de despedida… seguida de “L’Hora dels Adeus”. Al terminar, todos vitorean y aplauden a la charanga. Todos quedaron contentos, y después de recibir el sobre con el precio pactado (+ una propina por las molestias), se dirigieron hacia los coches con una sonrisa en su cara.
Éste era uno de los servicios que ofrecía este grupo de músicos y amigos con una trayectoria de 20 años a sus espaldas, e infinidad de bolos y actuaciones variopintas. Desde pasacalles, hasta procesiones, despedidas, fiestas privadas, fiestas mayores, actos festivos… los múltiples terrenos en los que debe defenderse un músico que se defina como tal.
A las 11 de la mañana, la charanga llega al pueblo, aparcan ambos coches y empiezan a montar instrumentos. Boquillas, cañas, atriles de pasacalle (opcionales), aceite en los pistones, cremalleras del forro polar corporativo arriba, y listos para empezar.
El grupo de 10 músicos se dirige a la plaza donde han quedado con la novia y su despedida de soltera, pero de momento les extraña no haber visto a nadie en ese apartado pueblecito de 500 habitantes.
Eudal, uno de los percusionistas, siempre el más bromista, comenzó a hacer comentarios mientras sacaba su batería, que hizo reír a algunos, pero no pudo esconder un deje de inquietud en su voz.
—¿A vosotros no os parece raro? —preguntó, mirando a su alrededor—. Este pueblo parece un desierto.
—Puede que estén en sus casas —comentó Silvia, trompetista, sin mucho convencimiento. Su mirada recorría las calles vacías.
—O tal vez están todos en el restaurante, esperando que lleguemos —dijo Guillem, el trombonista, como tratando de tranquilizar al resto, pero él mismo no creía mucho en su propia respuesta.
Oriol, que había estado observando la plaza vacía, pensó en voz alta:
—Vamos a empezar a prepararnos, igual es que todavía están llegando. La fiesta no ha empezado, pero podemos afinar.
Tras un rato en esa plaza, y llamando insistentemente a la novia, y sin ver a nadie ni recibir contestación telefónica, deciden irse molestos y enfadados por el plantón.
Se van por donde han venido, a regañadientes, y tan pronto como giran la primera esquina, de repente se encuentran con 50 personas delante suyo, plantados, mirándolos con los ojos caídos, y sin articular una sola palabra o ruido. Parece algo bastante turbio… …todos se quedan mirando a los músicos muy seriamente.
A primera fila y en el centro está la novia, la protagonista de la despedida. Parece que empieza a hablar mientras sigue con los ojos fijos en Oriol.
—¡Hey, charanga! ¡Ya pensábamos que no vendríais!
Oriol responde, mientras sigue sin entender nada:
—Emm… ¡¿puede alguien explicar lo que está pasando aquí?!
—¿A qué te refieres?
—Ja ja … a ver… venimos de la plaza, os hemos llamado mil veces, estábamos a punto de irnos, y ahora aparece todo el mundo aquí… un poco raro…
—No… simplemente os estábamos esperando…
—…y ¿por qué nadie habla?
—… porque estamos ansiosos por oíros tocar…
—…emm… entonces ¿empezamos?
—Si… por favor…
Todos los miembros de la charanga se miran, nadie entiende lo que está pasando. Las 50 personas siguen inmóviles mirándolos. Realmente parece que esperen a que empiecen a tocar para hacer algo…
De manera totalmente desconfiada los músicos se preparan, instrumentos en la boca, percusión en las manos, y empiezan con la primera canción, que habitualmente es “Alegria, que és festa major”, de La Trinca.
Durante los primeros compases los músicos no despegan la mirada de ese extraño público, que parece que poco a poco empieza a moverse lentamente.
En cuestión de pocos minutos, esas 50 personas pasaron de estar totalmente quietos, a bailar de un modo muy robótico y agarrotado, y todos con la mirada perdida.
La novia seguía quieta, sin haberse movido ni un centímetro, mirándolos de manera inexpresiva. Finalmente, la canción termina, y todo el mundo deja de moverse y vuelve a la posición que tenía antes. Nadie aplaude, ni grita, ni nada. Aquella situación se convirtió en algo irreal.
—Esto no tiene sentido —dijo Álex, recolocándose el bombo —. ¿Qué pasa aquí? Nadie se mueve.
De repente, la novia da un paso hacia la charanga, y el resto de personas también. Aquello asusta a los músicos, que dan un par de pasos atrás. A continuación, la novia da otro paso, y el resto también. Luego otro, y otro, y en ese momento los músicos salen corriendo en dirección a los coches.
Cogiendo los instrumentos como mejor podían, corrieron como nunca lo habían hecho. Los menos deportistas se quedaban atrás, y cuando estaban a punto de girar la última esquina antes de llegar a los coches, oyen que todas esas personas les están gritando mientras oyen risotadas: “¡Hey, músicos! ¡Era una broma! ¡Esperad! ¡¡No os vayáis!!
Los dos músicos se detienen y gritan a sus compañeros para que vuelvan. En ese momento, todo el mundo se acerca a la charanga y empiezan a pedirles disculpas mientras siguen riendo satisfechos. La novia empieza a explicar mientras sigue riendo:
—¡Por favor, disculpadnos! Os explico… resulta que todos los que estamos hoy aquí formamos parte de una compañía teatral: nos llamamos Tantarantel·la. Yo misma tenía una especial ilusión que, aprovechando mi despedida de soltera, rodáramos la introducción en vídeo del nuevo espectáculo que hemos preparado: “La Villa de la Gente Vacía”. La obra nos explica cómo la gente de un pequeño pueblo deja de tener sentimientos de un día para otro. Se convierten en una suerte de autómatas vivientes que vagan sin rumbo. La historia comienza el día en que una pareja llega al pueblo buscando un sitio para pasar la noche. La podéis ver en los teatros a partir de Otoño… Y necesitábamos lo que hemos hecho hoy aquí con vosotros como introducción de la obra… necesitábamos esa reacción vuestra lo más natural posible… ¡y lo habéis hecho perfectamente! Además, sois muy profesionales, porque otros ya se hubieran ido directamente, y vosotros habéis aguantado la rareza de la situación.
Todo el mundo empieza a aplaudir a los músicos y a gritar “Bravo”, “Artistas”. Parece que empiezan a entender toda la situación y empiezan a relajarse. Entonces, ya pueden empezar el bolo normalmente. La gente va saliendo a los balcones y a la calle, de dentro de las casas, almacenes y garajes. La gran risotada que se oía, era la señal para que todo el mundo dejara de esconderse porque había terminado el rodaje del que estaban avisados.
A partir de ese momento, el bolo discurrió de manera normal, y todo el mundo se divirtió de lo lindo durante aquellos 90 minutos aproximadamente de actuación a lo largo de las calles de esa pequeña villa, haciendo algunas paradas en algunos garajes avituallados con bebidas.
Finalmente, llegó la hora de entonar el “Passi-ho bé”, la canción de despedida… seguida de “L’Hora dels Adeus”. Al terminar, todos vitorean y aplauden a la charanga. Todos quedaron contentos, y después de recibir el sobre con el precio pactado (+ una propina por las molestias), se dirigieron hacia los coches con una sonrisa en su cara.
En una pequeña plaza próxima a los coches hay un pequeño bar con una terraza de tres mesas. Hace exactamente 24 horas una de esas mesas estaba ocupada por una madre y su hija de unos 10 años. La niña está llorando.
—¿Qué te pasa Julia? ¿Por qué lloras?
—…(sollozando)…porque aquí pasó una cosa…
—¿Has tenido otra de esas visiones, cariño?
—Si, mamá… (vuelve a lloriquear)
—Shh… tranquila… fuera lo que fuera, ya ocurrió…
—¿No oyes la música mamá?
—¿Qué es lo que ves exactamente hija?
—Veo mucha gente bailando con un grupo de músicos de calle… todo el mundo se divierte… terminan de grabar una especie de video, y luego ocurre una desgracia…
—¿Qué es lo que pasa?
—Cuando todo el grupo de gente empieza a entrar en el restaurante donde comerán, el edificio explota inesperadamente y desaparece casi todo el pueblo…
—¡¿Cómo?! ¿Qué dices? ¿Cómo es posible esto? Que yo sepa este pueblo nunca se ha reconstruido… desde pequeña que venimos con los yayos para las fiestas.
—Entonces todo se queda en blanco y no veo nada más…
En aquel momento se acerca una chica que pasaba por la calle:
—¡Buenas! Vosotras no sois de aquí, ¿verdad? ¿Mañana estaréis aquí también?
—Hola, ¡sí! Hemos venido a pasar unos días para las fiestas, que empiezan el viernes, ¿verdad? —mirando a la niña— Y nos iremos el lunes, que ella tiene fiesta en el cole.
—Vale, mira te quería comentar que mañana por la mañana va a tener lugar un rodaje en la población para un espectáculo teatral, y necesitamos que todo el mundo se quede en su casa sin hacer ruido. En el momento en que se oigan vítores y aplausos, entonces será la señal de que el rodaje ha terminado. ¿Podríais hacer este favor, porfa?
—Claro que sí, ¿a qué hora crees que terminaría?
—Antes de las 12 del mediodía ya estaría, seguro.
—Entonces sin problema, ¡cuenta con nosotras!
La madre hace todo lo posible para intentar disimular el susto que se acaba de llevar ahora mismo.
—¡De acuerdo! ¡Muchas gracias a ambas!
Y la simpática chica se va calle abajo. A continuación, la madre deja de fingir y la cara le cambia a una aterrorizada. Se gira para mirar asustada a su hija.
—¿Has oído eso, Julia?
—Si mamá… ¿Cómo puede ser? Siempre he visto cosas que ya han pasado… ¡nunca las que todavía no han ocurrido!
—Pues parece que hoy ha sido la primera vez, cariño… (visiblemente asustada) … Creo que nos iremos tan pronto como acabes el zumo de piña…
—Creo que no me lo voy a terminar, mamá (se seca las lágrimas).
De esta manera, madre e hija suben al coche y se van de ese pequeño pueblo, no sin antes pasar por el restaurante de la visión de Julia para advertirles de la situación, y que revisaran las instalaciones.
De buenas a primeras nadie cree una noticia así, pero de todas formas deciden revisar por encima los cableados y aparatos, pero no encuentran nada sospechoso o defectuoso.
Volviendo al momento actual, y de manera inexorable, los hechos de la visión de Julia de hace 24 horas se hacen realidad, y la explosión termina ocurriendo. Por suerte, los dos coches de la charanga ya se encontraban en la carretera, y fueron los primeros en llamar a emergencias por lo ocurrido. No podían creer todo lo que había pasado.
Realmente había un aparato en el restaurante, pero fue depositado por alguien de manera furtiva en el almacén del gas. Se trataba del prototipo de un dispositivo que generó esa terrible explosión mediante un nuevo modo de inflamación de oxígeno.
El desastre se saldó con más de la mitad de los habitantes pereciendo. El resto no estaban allí, porque del pequeño pueblo prácticamente no quedó nada. No se había visto nada igual… era un nuevo tipo de explosión… Las investigaciones dieron la culpa a unas malas instalaciones del restaurante, porque se necesitaba un cabeza de turco ante ese desastre, pero ya no había vuelta atrás, y el pueblo se olvidó con el tiempo…
…aunque, “casualmente”, diez años después, los terrenos donde estuvo el pueblo fueron adquiridos por una multinacional, y se construyó un complejo de investigaciones científicas.
La pregunta es: ¿por qué tantas molestias para acabar construyendo unos laboratorios? ¿Qué tiene ese lugar? … Se supone que alguna otra historia arrojará más a luz a la oscuridad de este nuevo misterio…
Lo que siempre quedará es el susto y horror en las pesadillas de todos los músicos de la charanga por lo que vivieron en ese pequeño pueblo que ya no existe...
—¿Qué te pasa Julia? ¿Por qué lloras?
—…(sollozando)…porque aquí pasó una cosa…
—¿Has tenido otra de esas visiones, cariño?
—Si, mamá… (vuelve a lloriquear)
—Shh… tranquila… fuera lo que fuera, ya ocurrió…
—¿No oyes la música mamá?
—¿Qué es lo que ves exactamente hija?
—Veo mucha gente bailando con un grupo de músicos de calle… todo el mundo se divierte… terminan de grabar una especie de video, y luego ocurre una desgracia…
—¿Qué es lo que pasa?
—Cuando todo el grupo de gente empieza a entrar en el restaurante donde comerán, el edificio explota inesperadamente y desaparece casi todo el pueblo…
—¡¿Cómo?! ¿Qué dices? ¿Cómo es posible esto? Que yo sepa este pueblo nunca se ha reconstruido… desde pequeña que venimos con los yayos para las fiestas.
—Entonces todo se queda en blanco y no veo nada más…
En aquel momento se acerca una chica que pasaba por la calle:
—¡Buenas! Vosotras no sois de aquí, ¿verdad? ¿Mañana estaréis aquí también?
—Hola, ¡sí! Hemos venido a pasar unos días para las fiestas, que empiezan el viernes, ¿verdad? —mirando a la niña— Y nos iremos el lunes, que ella tiene fiesta en el cole.
—Vale, mira te quería comentar que mañana por la mañana va a tener lugar un rodaje en la población para un espectáculo teatral, y necesitamos que todo el mundo se quede en su casa sin hacer ruido. En el momento en que se oigan vítores y aplausos, entonces será la señal de que el rodaje ha terminado. ¿Podríais hacer este favor, porfa?
—Claro que sí, ¿a qué hora crees que terminaría?
—Antes de las 12 del mediodía ya estaría, seguro.
—Entonces sin problema, ¡cuenta con nosotras!
La madre hace todo lo posible para intentar disimular el susto que se acaba de llevar ahora mismo.
—¡De acuerdo! ¡Muchas gracias a ambas!
Y la simpática chica se va calle abajo. A continuación, la madre deja de fingir y la cara le cambia a una aterrorizada. Se gira para mirar asustada a su hija.
—¿Has oído eso, Julia?
—Si mamá… ¿Cómo puede ser? Siempre he visto cosas que ya han pasado… ¡nunca las que todavía no han ocurrido!
—Pues parece que hoy ha sido la primera vez, cariño… (visiblemente asustada) … Creo que nos iremos tan pronto como acabes el zumo de piña…
—Creo que no me lo voy a terminar, mamá (se seca las lágrimas).
De esta manera, madre e hija suben al coche y se van de ese pequeño pueblo, no sin antes pasar por el restaurante de la visión de Julia para advertirles de la situación, y que revisaran las instalaciones.
De buenas a primeras nadie cree una noticia así, pero de todas formas deciden revisar por encima los cableados y aparatos, pero no encuentran nada sospechoso o defectuoso.
Volviendo al momento actual, y de manera inexorable, los hechos de la visión de Julia de hace 24 horas se hacen realidad, y la explosión termina ocurriendo. Por suerte, los dos coches de la charanga ya se encontraban en la carretera, y fueron los primeros en llamar a emergencias por lo ocurrido. No podían creer todo lo que había pasado.
Realmente había un aparato en el restaurante, pero fue depositado por alguien de manera furtiva en el almacén del gas. Se trataba del prototipo de un dispositivo que generó esa terrible explosión mediante un nuevo modo de inflamación de oxígeno.
El desastre se saldó con más de la mitad de los habitantes pereciendo. El resto no estaban allí, porque del pequeño pueblo prácticamente no quedó nada. No se había visto nada igual… era un nuevo tipo de explosión… Las investigaciones dieron la culpa a unas malas instalaciones del restaurante, porque se necesitaba un cabeza de turco ante ese desastre, pero ya no había vuelta atrás, y el pueblo se olvidó con el tiempo…
…aunque, “casualmente”, diez años después, los terrenos donde estuvo el pueblo fueron adquiridos por una multinacional, y se construyó un complejo de investigaciones científicas.
La pregunta es: ¿por qué tantas molestias para acabar construyendo unos laboratorios? ¿Qué tiene ese lugar? … Se supone que alguna otra historia arrojará más a luz a la oscuridad de este nuevo misterio…
Lo que siempre quedará es el susto y horror en las pesadillas de todos los músicos de la charanga por lo que vivieron en ese pequeño pueblo que ya no existe...
© 2025 Josep Maria Solé. Todos los derechos reservados.
Disturbing Stories, número 040, "El bolo de la charanga".
Registrado en SafeCreative con el ID: 2502190914443.
Fecha de registro: febrero 2025
Este relato no puede ser reproducido, distribuido ni modificado sin el permiso expreso del autor.
Disturbing Stories, número 040, "El bolo de la charanga".
Registrado en SafeCreative con el ID: 2502190914443.
Fecha de registro: febrero 2025
Este relato no puede ser reproducido, distribuido ni modificado sin el permiso expreso del autor.